Basta con coger el tren de Cercanías para alejarse de Barcelona un rato. Si lo coge uno en la dirección y el sentido adecuados, el S1 le lleva a uno desde Plaza de Catalunya hasta uno de los más bellos exponentes del Románico catalán que han llegado a nuestros días. Se trata del Monasterio de Sant Cugat del Vallès y de su hermosísimo claustro, por el que uno parece no cansarse nunca de pasear. Os presento lo poco que sé sobre el lugar, su autor, Arnau Catell, y las historias de sus capiteles, en los pies de estas fotos. Nunca dejéis de visitarlo. Y si es con las primeras luces de marzo filtrándose entre sus columnillas, mejor todavía: todo día es un buen día para abrazar una piedra.
Os dejo algunos enlaces en los que podéis encontrar información sobre el monumento:
También podéis ver estas fotos, a mayor resolución, en mi álbum de Flickr.
El claustro del Monasterio de Sant Cugat se considera uno de los más claros exponentes del Románico pleno catalán. Se construyó en la última década del S.XII. La planta superior, renacentista, se añadió en el S.XVI.
Está formado por cuatro galerías que contienen 72 pares de capiteles. En el centro del claustro se pueden ver los restos de una iglesia visigótica en la que se rindió culto a San Cucufate, mártir catalán de la época romana.
Cada panda (galería) cuenta con 15 arcos de medio punto divididos, a su vez, en tres sectores. Tres de estas pandas fueron construidas a finales del S.XII pero es posible que la construcción de la última se produjera ya en el S.XIII.
Una de las teorías más sorprendentes sobre el claustro de Sant Cugat la enunció a principios del S.XX el musicólogo alemán Marius Schneider, que estableció una correspondencia entre los animales representados en algunos capiteles y notas musicales.
La teoría de Schneider sería una locura sin más si no resultara que dicha correspondencia parece concortar con el himno de San Cucufato tal y como ha sido encontrado en códices medievales. Aunque es posible que el alemán solamente se encontrara con una casualidad.
Aunque el de Sant Cugat fue uno de los monasterios más poderosos de la Cataluña medieval, ya en el S.XV (coincidiento con el matrimonio entre los monarcas de Aragón y Castilla) entra en decadencia. Las desamortizaciones del S.XIX obligaron a los pocos monjes que lo habitaban a abandonarlo definitivamente y, aunque fue declarado Monumento Histórico Artístico en 1931, durante la Guerra Civil fue utilizado como almacén y cuartel.
Una de las principales peculiaridades del claustro de Sant Cugat es que, a diferencia de la mayoría de obras románicas, conocemos su autoría. Arnau Gatell dejó su nombre anotado en uno de los pilares y, para aclarar más la autoría, se aurorretrató trabajando junto a él. Se trata de un hecho insólito en la Edad Media.
Detalle de uno de los motivos animalísticos del claustro
Detalle de la anunciación a del ángel Gabriel a la Virgen
Detalle del rostro de uno de los Apóstoles mientras Cristo le lava los pies
Detalle de las tres Marías comprando perfumes
Detalle del capitel que representa la escena de la duda de Santo Tomás
Detalle del capitel centrado en la Natividad de Cristo, una de cuyas caras muestra la Epifanía. ¿No da la impresión de que el personjaje de la derecha es una «reina» maga?
A pesar de las reformas y de la ruina en la que se encontraba a principios del S.XX, muchos sectores del templo del monasterio conservan un marcado carácter Románico catalán, especialmente en la zona del ábside. No obstante, la fachada de la iglesia es un añadido gótico del S.XIV con un impresionante rosetón que filtra la luz en el interior de la nave.